¿Qué hacer?

La principal herencia al pensamiento colectivo del socialismo español de la transición; por parte de la II Internacional, es su carácter “demócrata”. Para entender aquí el concepto “demócrata” hemos de tener en cuenta al “Renegado Kautsky”, que sentó las principales bases del pensamiento de V.I. Lenin. El otrora descalificado Kautsky (gracias a la impronta del estalinismo) fue uno de los principales impulsores y desarrolladores del concepto “táctica” en torno al ultimo cuarto del siglo XIX: es decir, la lectura de la realidad material y el trazado hacia delante en su camino. Sin embargo, tanto él como la mayoría de sus contemporáneos no superon qué hacer en un momento crítico como el comienzo de la I Guerra Mundial. Conocían la teoría y habían analizado la realidad a través del método del socialismo científico, pero no fueron capaz de dar el salto que la circunstancia histórica les había planteado.

Lenin no era estúpido y no iba a desperdiciar las valiosísimas aportaciones hechas por Kautsky, lo que hizo fue dar el paso que el ala “conservadora” del POSDR se negaba a dar: la revolución, el estallido violento que resuelve la contradicción entre el pasado y el futuro, el salto cualitativo que marca la toma del poder político de manera violenta. Este nueva via hacia la conquista del estado rompe completamente con la cosmovisión tradicional de la II Internacional, convencida de la utilidad de la vía parlamentaria, si bien no contemplaban los parlamentos como una institución democrática. La ruptura viene dada por la creación del partido de nuevo tipo, planteada por Lenin y sus seguidores del Iskra, basado en el centralismo democrático y una línea férrea tanto en sus tácticas como en sus estrategias.

En el estado español, hacia los años 70-80; a pesar de la represión del franquismo, el nivel teórico del socialismo español era ciertamente encomiable: los errores y (pocos) aciertos de la Guerra Civil culminaban media centuria de idas y casi venidas[1]  del movimiento obrero. Sin embargo, ocurría algo similar a lo sucedido en la Rusia de 1905: nadie se atrevía a dar el paso que Lenin si dio en 1917. ¿Tendría que haberse dado? Seguramente no, tras una guerra mundial, el auge y caída del fascismo así como la bipolarización del mundo pesaban demasiado en un orden internacional susceptible de volar por los aires por cualquier nimiedad; casi con toda probabilidad el estado español se hubiera convertido en una nueva Corea: el escenario en el que la URSS y los EEUU se hubieran medido las fuerzas. ¿Es este el momento de dar ese paso? Tampoco, el capitalismo ha caminado demasiado como para querer agarrarlo ahora, nuestra época es en la que debemos pensar cómo hacerlo, tenemos que analizar, trazar caminos hacia el futuro para caminar por ellos; tal y como hicieron los Kautsky y los Lenin. Hacer cualquier movimiento previamente, es desembocar en el fracaso.

[1] No pocos son los ejemplos en los que el movimiento obrero puso en verdadero jaque a las instituciones de la restauración. Quizá los dos ejemplos cruciales para entender esta cuestión son la huelga general de 1917 y la huelga de la Canadiense. Con respecto a esta ultima, hemos de fijarnos en sus consecuencias más inmediatas: la adopción de la jornada de 8h y, quizá la más importante, la caída del gabinete progresista. Con respecto a la huelga de 1917, puso de manifiesto la debilidad de los distintos gobiernos que se sucedían en lapsos de 3-4 meses, dando al traste así al sistema canovista. Por aportar más ejemplos, véase la Semana Trágica, la autodefensa sindical de los años 20, la agitación en el campo andaluz, los motines del pan e incluso, los últimos episodios de las guerras carlistas.
Esta entrada fue publicada en Uncategorized y etiquetada . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario